quinta-feira, 19 de maio de 2011

La Soledad


Carencia de compañía - Lugar desierto, o tierra no habitada - Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguna persona o cosa.

Así consta en cualquier diccionario de español la definición de soledad, sin ánimo de contrariar aquel sentimiento, que queramos o no, de vez en cuando nos invade, es rebelde y como una de aquellas visitas indeseables demora algún tiempo para abandonarnos, así es la soledad!

Pero yo tengo otra definición de "la Soledad" un sitio seguro, sitio donde se encontran palabras cariñosas, gestos de amor, pilar fundamental, lugar donde se guardan secretos, confesiones y pactos infantiles.

Si, eso para mi, realmente es la soledad, porque antes de ser un sentimiento de ausencia, para mi la soledad es la casa de mis abuelos, calle 41 # 25 - 49, tel: 2443581 una casa de los años cincuenta, proyecto arquitectónico de Antonio Romero, con espacios generosos, dos pisos sostenidos majestuosamente por una columna negra que serviría de referencia para tantos juegos infantiles y hoy cierro mis ojos y esa columna es la primera imagen que tengo de la casa, tenia tomadas eléctricas en el piso cosa que nunca he visto en otro sitio, cinco cuartos todos tenían dueño, terraza, lavandería cuarto de servicio, ante jardín, jardín.

El Jardín

Pertenecía inequívocamente a mi abuela que lo cuidaba celosamente, ese era su mundo, talvez el sitio de la casa donde se sentía más feliz, recuerdo aquel Pino plantado en el medio, emblemático como cada miembro del jardín, el árbol de duraznos sembrado por mi papá, las brevas en un rincón lejano donde raras veces llegué, las mata de moras, y las diversas plantas, que servían de remedios para todas las enfermedades, me parece estar viendo a mi abuela recogiendo hojitas de manzanilla para preparar una água aromática, en mi noción de escala infantil ese jardín tenia las dimensiones del Jardín Botánico.

Mi abuela

Esa señora de baja estatura, pelo grisáceo y ojos azules, cumplía su papel de mamá, abuela, mujer, con una responsabilidad intachable, ahí esta ella sirvierndole a mi papá en un plato minúsculo, una muestra de mollejas, con un vaso también minúsculo de jugo de mora, sabía que así era como a él le gustaba, mi abuela era una mujer de rutinas establecidas tenia un menú semanal definido a mi me gustaba ir los martes que era sopa de arroz y los viernes que había crema de limón, huía los lunes por culpa de la sopa de coli, los jueves eran lonchas de ternera y el miércoles ajiaco, los sábados era el día de ir a la plaza por la mañana y por la tarde hacer la mantecada, así era mi abuela, mujer de horas controladas, mientras escribo esto me estoy comiendo un banano, eso en la soledad era impensable mi abuela me tenia prohibido comer banano después de las seis de la tarde. ya es media noche...

En la sala una mesa de Noguchi que tuve la suerte de heredar, el comedor retro extensible ahí donde después de almorzar jugaba parqués con ella mientras oíamos las radionovelas de caracol.

Religiosamente a las seis de la tarde cerraba las cortinas y prendía las luces llegaba la hora de jugar a las escondidas todos los rincones eran válidos para un escondite exceptuando la cocina ahí estaba mi abuela machacando ajos para condimentar la carne que serviría para la comida. Un dos tres por mi y salvo patria gritaba alguien que salia por detrás del bar donde se guardaban las canastas de coca cola que venían del Café San Marino.

En esta soledad aprendí juegos, hice pactos de honor y guarde secretos, crecí con mis primos jugando fútbol e inventando estrategias de guerras de bodoques, en esta soledad aprendí que la familia es extensa que las enseñanzas de una abuela son diferentes a la de la mamá, supe que son amores diferentes pero tan válidos como nuestro nombre.

A mi abuelo lo recuerdo poco tengo imágenes de él grabadas en el alma, me despertaba con cariño pero con las manos mojadas para que yo no dudara en levantarme, su presencia era imponente, sentado siempre en la silla reclinomatica, recuerdo cuando me regalo el estralandia, mi primer contacto con la arquitectura, siempre he creído que el seria feliz si supiera que soy arquitecta.

En esa soledad aprendí que la mujer por más frágil que parezca es siempre más fuerte, de esa casa traje un collar de perlas que lo uso diariamente como amuleto de fortaleza eso me dejó mi abuela, una mujer aparentemente sumisa pero más fuerte que el pino de su jardín.